El Valle del Nilo Egipto, y gran parte de África, no sería lo mismo sin la fuente de la vida, el Nilo, río que vuelve fértil los territorios más arduos de la tierra. En medio del desierto, el gran río que nace en los grandes lagos africanos, realiza su largo recorrido de más de 6.671 kilómetros hasta desembocar en el Mediterráneo.

El Nilo no sólo vio nacer a grandes culturas como la egipcia o la nubia, sino que permitió que existieran y se engrandecieran a lo largo de los siglos. Desde el corazón de África hasta el rico Delta allá donde comienza el Mediterráneo, el Nilo guarda templos, tumbas, pirámides, santuarios, pueblos pintorescos, antiguos y nuevos. Un crucero por el Nilo es la manera ideal – y a veces la única – de recorrer la historia, la cultura y el arte del Antiguo Egipto. El viaje puede comenzar en Luxor o en Asuán, justo donde termina el Lago Nasser. Los antiguos egipcios tenían fuertes creencias con respecto a la vida y a la muerte.

Creían en la otra vida, de ahí las gigantescas tumbas que construyeron, pero sabían que no debían mezclarla con la nueva. Es por eso por lo que la orilla oriental y la occidental son distintas, están separadas por el agua y por algo mucho más fuerte: en la primera se asientan las grandes ciudades, los templos y la vida que fluye y cada vez es más intensa. La orilla occidental es la "ciudad de los muertos", una gigantesca necrópolis de varios kilómetros de longitud. Aquí están las tumbas, los túneles de la muerte y los templos funerarios. Es el Valle del Nilo, un mito, una leyenda y una realidad.

Poco importa el orden en el que se realice el viaje, los grandes santuarios, los más grandes yacimientos arqueológicos de la tierra se distribuyen a un lado y al otro, entre el Alto y el Bajo Egipto. Miles de años de historia por recorrer, sin dejarse atrás ni uno de sus pequeños misterios. La primera parada, el gran Templo de Abu Simbel al que se accede por avión desde Asuán. La gran presa Nasser, construida en los años sesenta, obligó al traslado de este templo piedra a piedra. Después, Asuán donde la primera catarata del Nilo, un bello espectáculo natural sobre todo durante el anochecer, acompaña al gran templo de la Isla de Filé, dedicado a Isis.

Después, Kom Ombo y Edfú con el templo dedicado al Halcón Horus, el edeán de Ra. Una de las paradas más esperadas es, sin duda, Tebas, el actual Luxor. Pocos son los que no sienten una extraña sensación, es la llamada de la historia, el momento de respirar hondo y dejar el mundo del siglo XXI, atrás. Es mucho lo que hay para ver pero entre todo destaca el gran Templo de Karnak, la ciudad divina, junto con la ciudad de Corniche. En la orilla occidental, esperan el Valle de los Reyes y el Valle de las Reinas, las dos necrópolis. Entre ellos destaca el templo funerario de la reina Hachepsut y la tumba de Nefertari. El viaje continúa hacia el Mediterráneo, la siguiente parada, el Templo de Hator situado en Dendera.

Pero el Nilo todavía tiene mucho que ofrecer. Primero, una de las ciudades más grandes de África, El Cairo. Desde allí, Mefins y sus necrópolis, Saqqara y Gizeh con las pirámides de Keops, Kefrén y Mikerinos. Y después, el Delta, con la mítica Alejandría, la gran cultura romana de Egipto.